Premio Nadal 1968.
Los personajes del mito ya no funcionan en claves de fatalidad y transcendencia sino en los regocijos y amarguras de la vida cotidiana. Orestes ya no es el joven atleta irado por Electra, sino un hombre muy hecho que viaja de incógnito. Y en todas las aldeas una muchacha le sonríe y le hace pensar más en la vida que en la muerte.