Los planetas fantasma

Rosa tiene ese talento tan difícil de encontrar—no solo en nuestro panorama literario actual, sino en el mundo—, ese don de construir un mosaico de vivencias propias, de fotografías ardiendo que llegan al corazón del lector, adhiriéndose a él, chamuscándolo, despertando una nostalgia que ni siquiera sabía que tenía. ¿Cómo puede una imagen nunca vista picar el sentío como si fuera propia? La autora, aunque no lo parezca, está enamorada de la vida y sabe diseccionar el caos. Y lo hace sin caer en el ombliguismo, sin perderse en su propia subjetividad. Rosa tiene la mirada de una cirujana de la existencia y de la belleza. Tal vez sean esos los únicos requisitos para ser un gran poeta: la capacidad de remover, de zarandear el alma y el tuétano de cualquiera que se preste a leer. Lo mejor del libro es su forma de jugar con lo visible y lo invisible: los fantasmas, los planetas que existen sin existir, los recuerdos que pesan más que los hechos. Ahora bien, hay momentos en los que me hubiera gustado que se soltara un poco más. Algunos poemas dan vueltas sobre lo mismo y no terminan de avanzar, pero bueno, eso también es parte del viaje. Dicho esto, me encantaría ver a Rosa explorando otros registros. Se nota que tiene una mano divina para crear mundos que ya quisieran muchos novelistas. Mientras tanto, Los planetas fantasma es un oasis en este panorama nihilista-post-post-todo, donde los autores están tan "superados" de sí mismos y del mundo que no hay quien les encuentre ni pies ni cabeza a sus obras Bravo, Rosa. Esperamos, sedientos, tus próximas obras.