Los supervivientes, de Alex Schulman, es una de esas historias en las que su magnetismo radica en algo más sutil que un ritmo vertiginoso y una acción incesante, radica en la forma en que te envuelve con su atmósfera melancólica, en la tensión latente entre sus personajes y en la manera en que te sumerge en los recuerdos de una familia marcada por la tragedia. La novela me llevó a un espacio donde el tiempo parece avanzar y retroceder al mismo tiempo. El autor se estrena jugando con la estructura narrativa de una manera poco convencional: el pasado avanza cronológicamente hacia el presente, mientras que el presente se cuenta en orden inverso, como si desentrañáramos una historia a medida que retrocedemos en el tiempo. Este recurso, lejos de ser un simple truco, genera una sensación de suspense constante, como si en cada página estuviéramos a punto de descubrir la pieza clave que lo explica todo. La trama nos sitúa en una cabaña junto a un lago en Suecia, un lugar que debería evocar paz y nostalgia, pero que en realidad esconde el peso de una historia dolorosa. Tres hermanos—Benjamin, Pierre y Nils—regresan allí tras la muerte de su madre, con la intención de esparcir sus cenizas. Sin embargo, su reencuentro está marcado por las tensiones no resueltas del pasado, por una infancia que parece haberse desarrollado en un hogar más parecido a un campo de batalla emocional que a un refugio familiar. Me gustó mucho la forma en que Schulman construye la relación entre los hermanos. Es fácil identificarse con sus dinámicas: la lucha por la atención de los padres, los pequeños rencores acumulados con los años, la mezcla de cariño y resentimiento que a menudo define la fraternidad. Pero aquí hay algo más oscuro, una herida profunda que ninguno de ellos ha logrado cerrar. A lo largo de la lectura, me encontré preguntándome qué fue exactamente lo que ocurrió en aquel fatídico verano que cambió sus vidas. El autor dosifica la información con precisión quirúrgica, dejando pistas sutiles y obligándote a leer entre líneas. Y cuando finalmente llega la revelación, todo cobra sentido. No es solo la historia de un evento traumático; es la historia de cómo la memoria moldea nuestra percepción de la realidad, de cómo el pasado puede seguir acechándonos incluso cuando creemos haberlo dejado atrás. Más allá de la intriga, Los supervivientes es una novela que se siente profundamente real. El retrato de la familia, la exploración de la culpa, el peso del silencio y la imposibilidad de escapar de ciertos recuerdos hacen que el libro deje una huella. No es una historia fácil ni complaciente, pero es precisamente por eso que resulta tan poderosa. Los supervivientes me ha ofrecido una experiencia envolvente y perturbadora a la vez. No es un libro que se devore rápidamente, sino uno que se saborea, que te obliga a detenerte y reflexionar. Una historia sobre relaciones familiares complejas, con una estructura narrativa innovadora y un final que te deja sin aliento.