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Por su linaje lleva el arte en las venas, pero es una combinación de energía y pasión por los medios audiovisuales lo que sin duda lo define. Y es que desde que tenía diez tiernos años, mientras otros niños se preocupaban por recoger álbumes de figuritas, Bruno estuvo metido en un estudio de filmación.

Imagina a un pequeño director, con su gorra y megáfono gritando: «¡Acción!». Bueno, no fue así literalmente, pero estaba en el camino correcto ya desde entonces. A pesar de que inicialmente jugaba detrás de las cámaras, el destino y una dosis de locura lo llevaron a estar frente a ellas. Y, contra todo pronóstico (y posiblemente contra lo que le dicta su propio juicio), ¡ya tiene una carrera de casi treinta años!

Ahora, en un giro que nadie vio venir, ¡se ha lanzado al mundo literario! Esta es su primera novela: una mezcla de ese encanto nostálgico por el cine, la música, y el estilo clásico que ya solo vive en postales antiguas; pero fusionado con el ritmo frenético de nuestra era moderna.